Cómo cambió el América desde el tricampeonato: qué mejoró, qué empeoró y qué exige la afición para 2026
Las Águilas tuvieron algunos cambios en el último año tras el histórico tricampeonato.
El tricampeonato quedó marcado como uno de los capítulos más fuertes en la historia reciente del Club América. Fue un ciclo donde todo parecía encajar: funcionamiento, jerarquía, respuestas individuales y una conexión con la afición que pocas veces se había visto tan sólida. Sin embargo, el tiempo pasó, llegaron nuevas exigencias y hoy el club vive una etapa distinta, más presionada y más observada. El equipo continúa compitiendo arriba, como siempre, pero ya no con la misma claridad futbolística que caracterizó aquella racha de títulos. El presente invita a revisar qué cambió, qué se mantuvo y qué reclama el americanismo rumbo al 2026.
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En primer lugar, el América sí mejoró en algo clave: la exigencia interna y externa. El tricampeonato elevó el nivel de tolerancia a mínimos históricos. Para una afición que siempre pide ganar, ahora cualquier caída, cualquier mala noche o una pequeña racha sin triunfos se vive como una alerta roja. El club, por su parte, también adoptó ese estándar: ya no basta con competir, ahora la idea es imponerse. Esa mentalidad, aunque incómoda por momentos, ha mantenido al equipo en constante tensión positiva. Los jugadores saben que vestir la camiseta significa estar en evaluación permanente, y eso no pasaba con tanta intensidad antes del ciclo de Jardine.
Sin embargo, hay un punto que sí empeoró respecto de aquellos títulos: el funcionamiento colectivo. América sigue siendo un equipo capaz de ganar, pero perdió fluidez, automatismos y, sobre todo, continuidad. El sistema ya no luce tan fresco como en el 2023–2024, cuando las variantes ofensivas aparecían solas y cualquier futbolista podía resolver un partido desde el juego. Hoy la estructura es más rígida, depende más de inspiraciones individuales y, en algunos momentos, se vuelve previsible. El equipo ha tenido buenas actuaciones, pero no esa regularidad que lo convertía en un rival que aplastaba desde el estilo.
Otro punto que bajó fue el nivel de algunos futbolistas fundamentales. La columna vertebral cambió y con ella la estabilidad competitiva. Jugadores que solían marcar diferencias ya no atraviesan su mejor etapa. En especial, el caso de Henry Martín, un histórico que todavía es símbolo del club, pero cuya cantidad de lesiones en los últimos torneos le ha impedido competir al 100%. Su presencia irregular afectó el funcionamiento ofensivo y obligó a modificar planes en momentos clave. No es un problema de compromiso ni de jerarquía, sino de disponibilidad, y eso pesa en un equipo que se acostumbró a tenerlo siempre como referencia.
A esa situación se suman otros puntos bajos individuales. Algunos refuerzos no lograron consolidarse con la velocidad que exige el América, y hay futbolistas que, aun siendo talentosos, no han logrado sostener un rendimiento alto durante todo el año. Es una mezcla de desgaste natural, falta de continuidad y presión acumulada por mantener el listón del tricampeonato. El talento está, pero la versión dominante del América aparece por momentos, no por largos periodos, como antes.
Aun así, el equipo sigue compitiendo, y ese es un mérito enorme en una liga tan cambiante como la Liga MX. Incluso con sus altibajos, América pelea Liguillas, mantiene planteles fuertes, sostiene la inversión y siempre aparece entre los candidatos. Vivir una transición sin caer del todo no es sencillo; mantener la identidad ganadora en un contexto turbulento habla del peso institucional. Aunque no alcance para llegar siempre a la final, el club nunca abandona los primeros planos.
Con este panorama, ¿qué exige hoy la afición rumbo al 2026? La respuesta es simple y contundente: títulos y una identidad clara. El americanismo quiere que el equipo vuelva a jugar con convicción, que no regale partidos, que recupere la intensidad y la idea ofensiva que marcó a los equipos campeones. No basta con ganar de vez en cuando; la exigencia es volver a imponer condiciones cada fin de semana. La afición no está para proyectos a largo plazo ni para reconstrucciones lentas. Quiere volver a ver un América convincente, dominante y capaz de sostener una línea de juego que lo acerque a más campeonatos.
También hay un pedido que se repite: refuerzos determinantes. El club ya analiza la planificación del 2026 y los aficionados esperan nombres que cambien la cara del equipo. Se sabe que harán falta ajustes, sobre todo en posiciones donde el rendimiento bajó. No se trata solo de traer jugadores por traerlos, sino de sumar piezas que eleven la competencia interna y devuelvan la sensación de que América, como en el tricampeonato, siempre tiene una respuesta. Quieren futbolistas que sean protagonistas desde el día uno y que representen la ambición del club.
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