El peso del escudo: por qué vestir la azulcrema no es para cualquiera

Jugar en el América no es para cualquier futbolista y ha quedado demostrado.

Jugar en el América no es para cualquiera. Foto: Generada por IA.
Jugar en el América no es para cualquiera. Foto: Generada por IA.
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En el América no hay medias tintas. O rendís, o te vas. La playera azulcrema no perdona, y mucho menos el escudo que lleva en el pecho. Ser parte del club más grande de México no se trata solo de jugar bien: se trata de resistir la presión, de entender lo que significa representar una historia que pesa más que cualquier otra.

A lo largo de los años, cientos de futbolistas han pasado por Coapa. Algunos dejaron huella, otros apenas un recuerdo. Ídolos, hay pocos. Figuras, muchas. Y fracasos, también. Porque en el América no basta con el talento ni con el currículum: hay que tener carácter. Esa es la diferencia entre los que hicieron historia y los que simplemente pasaron por el club.

Los nombres que quedaron grabados en la memoria del americanismo son los que se animaron a cargar con la exigencia. Cuauhtémoc Blanco, Carlos Reinoso, Alfredo Tena, Cristóbal Ortega, Enrique Borja, Héctor Miguel Zelada, Salvador Cabañas, Álvaro Fidalgo, Henry Martín. Son distintos estilos, distintas épocas, pero el mismo compromiso. Entendieron que cada partido con el América se juega con el país entero mirándolos, esperando que ganen o que fracasen.

En cambio, hay jugadores que llegaron con cartel, con nombre, con pasado brillante, y no pudieron con la presión. Futbolistas que rindieron en otros equipos, que en otros clubes fueron ídolos, pero que en el América se apagaron. Porque aquí no hay margen de error: la playera exige rendir desde el primer minuto.

El peso del escudo no es solo simbólico. Se siente en cada entrenamiento, en cada viaje, en cada partido de visitante donde las tribunas se llenan solo para verte perder. Ser del América es ser observado, criticado y señalado todo el tiempo. Lo que en otro club sería un mal partido, en el América es un escándalo. Lo que para otros es una buena campaña, aquí es un fracaso.

Por eso el América no es para cualquiera. No todos aguantan la presión de saber que cada semana juegan un examen. Que ganar no es noticia, y perder es una vergüenza. Que los rivales te quieren ganar más a vos que a nadie. Que cada crítica pesa el doble y cada error se amplifica.

Y aun así, hay quienes lo entienden y lo convierten en motor. Son esos los jugadores que se ganan el respeto del americanismo. No solo por sus goles o títulos, sino porque entienden la responsabilidad de portar el escudo más importante del país.

El América no busca simpatía ni comprensión. Busca jugadores que sepan lo que significa defender un legado. Que entiendan que aquí no se juega por un contrato, sino por una historia que empezó hace más de un siglo y que sigue escribiéndose con exigencia, gloria y orgullo.

Porque vestir la azulcrema no es un privilegio: es una prueba. Y solo unos pocos están a la altura.

Por: Diego Becerra.

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