El rechazo que enciende al americanismo: la verdad que pocos se atreven a contar

El Club América es el equipo más odiado de todo México.

Al América lo amas o lo odias.
Al América lo amas o lo odias.
Foto de Diego Becerra
Autor
Publicado:

OPINIÓN

Hay equipos que buscan cariño, y otros que nunca lo necesitaron. El América pertenece a los segundos. Desde hace décadas, el club más grande de México aprendió a convivir con el odio, a convertirlo en motivación. No hay estadio en el país donde no se escuchen abucheos o burlas cuando pisa la cancha. Pero detrás de cada insulto hay una verdad que todos conocen: el América es el ejemplo a seguir.

Diecisiete títulos de liga lo confirman. Nadie más tiene ese peso en la historia del futbol mexicano. En el América no hay espacio para la mediocridad. Ganar es obligación y perder, una catástrofe. Esa exigencia constante no solo forma jugadores, también crea carácter. Ser del América es vivir con la presión encima, con la crítica diaria y con la sospecha de siempre: que todo se consigue con ayuda.

Porque, claro, cuando no pueden explicar la grandeza, la atribuyen a los árbitros. Es la vieja excusa. Cada campeonato, cada remontada, cada festejo, termina bajo sospecha. Que los títulos están comprados, que los directivos manejan el futbol, que los árbitros ayudan. Pero los números hablan solos: diecisiete ligas, seis copas, siete Concachampions y una historia que nadie puede igualar. Si todo eso se pudiera comprar, ya lo habrían hecho todos.

El americanismo no pide simpatía. Vive de otra cosa: la envidia ajena. Cuando el América gana, medio país se amarga. Cuando pierde, ese mismo país celebra como si fuera campeón. Esa es la diferencia entre el más grande y el resto. El América no solo juega, provoca. Nadie es indiferente. Se le ama o se le odia, y de ese fuego vive.

Los rivales quieren ganarle por orgullo, porque vencer al América da prestigio. Por eso cada partido se siente como una final. Pero el mérito está en que, con todo en contra, el América sigue arriba. Sigue compitiendo, sigue ganando y sigue marcando la agenda del futbol mexicano.

El americanismo no nació de las simpatías, sino de los triunfos. La camiseta azulcrema pesa porque está hecha de títulos, no de excusas. Esa camiseta provoca odio porque detrás de cada crítica hay frustración. Nadie odia a quien no le gana nunca; se odia al que siempre está en la cima.

Ser del América es aceptar eso. Es disfrutar cuando te silban, cuando te discuten, cuando buscan quitarle valor a tus victorias. Porque mientras el resto se justifica, el América sigue ganando. Esa es la diferencia entre el más grande y los demás. Y por eso, el americanismo abraza con orgullo su condición: odiado, pero invencible.

Por: Diego Becerra.

LO MÁS RECIENTE