El Club América experimentó un notorio bajón de nivel en el tramo final del último torneo de la Liga MX, un declive que no solo les costó la oportunidad de un nuevo campeonato local, sino que también fue un factor determinante en la dolorosa eliminación del Mundial de Clubes 2025. Si bien la afición y la prensa han analizado diversos factores, existe una razón de peso que ha pasado desapercibida para muchos: la desgarradora seguidilla de partidos que las Águilas han enfrentado desde el 2023. Con un asombroso registro de 138 encuentros disputados en solo 29 meses, la carga física y mental del plantel ha alcanzado un punto crítico, complicando todo en el momento más álgido de la temporada y dejando en evidencia la falta de refuerzos adecuados para soportar tal exigencia.
El América es un equipo acostumbrado a la exigencia. Su grandeza y su ambición lo llevan a competir por todos los títulos en juego, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, el costo de este nivel de competencia ha sido una carga de partidos brutal. Desde el inicio de 2023 hasta la fecha, el club ha disputado la impresionante cifra de 138 encuentros oficiales en apenas 29 meses. Esto se traduce en un promedio de casi cinco partidos al mes, un ritmo de competencia comparable al de los gigantes del fútbol europeo, como el Real Madrid, quienes también tienen calendarios saturados por Champions League, ligas domésticas y copas.
La diferencia fundamental radica en la profundidad de plantilla. Mientras los equipos de élite en Europa cuentan con planteles extensos, con múltiples opciones de primer nivel para cada posición que permiten rotaciones constantes y la gestión de cargas físicas, el América, a pesar de tener una nómina de calidad, no posee la misma amplitud. Esta falta de profundidad ha obligado a André Jardine a recurrir a sus jugadores clave una y otra vez, llevándolos al límite físico y mental.
El cuerpo humano tiene un límite, y el de los futbolistas de élite no es la excepción. Jugar cada tres o cuatro días, sin pausas significativas entre torneos y con viajes constantes, genera un desgaste acumulativo que, tarde o temprano, pasa factura. En el caso del América, este agotamiento se hizo evidente en el último tramo de la temporada.
Observamos cómo jugadores que en su mejor momento eran motores incansables, comenzaron a mostrar signos de fatiga: decisiones tardías, falta de chispa en la ofensiva, menor capacidad de recuperación en defensa y, lo más preocupante, una mayor propensión a las lesiones. La velocidad de Brian Rodríguez no era la misma, la creatividad de Diego Valdés se veía intermitente y la solidez defensiva, en ocasiones, flaqueaba por el cansancio.
Este agotamiento físico no solo afecta el rendimiento individual, sino que impacta directamente en la cohesión del equipo. La capacidad para mantener la intensidad durante los 90 minutos, presionar al rival y ejecutar las transiciones rápidas que caracterizan el juego de Jardine, se ve comprometida cuando las piernas ya no responden y la mente está saturada.
La directiva del América, a pesar de la conocida carga de partidos, no ha logrado dotar al plantel de la cantidad y calidad de refuerzos necesarios para gestionar esta brutal seguidilla. Si bien se han realizado incorporaciones, no han sido suficientes para generar una competencia interna que permita a Jardine rotar a sus elementos sin sacrificar el nivel del equipo.
La ausencia de un mediocampista ofensivo de impacto para rotar con Valdés, la carencia de un extremo explosivo que diera descanso a Rodríguez o Zendejas, y la necesidad de mayor profundidad en defensa, son ejemplos claros de cómo la falta de refuerzos exacerbó el problema del cansancio. Cuando las lesiones golpearon o el nivel de algunos jugadores bajó, las opciones de Jardine desde el banquillo eran limitadas, obligándolo a mantener en cancha a futbolistas agotados.
Este escenario es un círculo vicioso: el exceso de partidos genera cansancio y lesiones, lo que a su vez exige más a los jugadores disponibles, acelerando aún más su desgaste. Sin una estrategia clara de fichajes que apueste por la profundidad y la calidad en todas las líneas, el América seguirá expuesto a estos picos de agotamiento en los momentos cruciales.
El América tiene ante sí el desafío de romper este ciclo. La reestructuración del plantel debe ir más allá de solo cambiar algunos nombres; debe ser una planificación estratégica que tome en cuenta la demanda física de un calendario cada vez más exigente. La prioridad no solo es el talento, sino la resistencia, la versatilidad y la profundidad.
André Jardine, quien ya ha expresado su preocupación por este tema, necesita que la directiva le cumpla con los refuerzos necesarios para gestionar las cargas de trabajo. La continuidad de un ritmo de 138 partidos en 29 meses es insostenible si no se invierte en un plantel que pueda soportarlo sin mermar su rendimiento en la fase decisiva de los torneos.
El fracaso en la Liga MX y la eliminación del Mundial de Clubes deben servir como una dura lección. El América, un club que aspira a competir a nivel global, no puede permitirse que el factor físico sea una limitante. La directiva tiene la oportunidad de aprender de los errores y construir un equipo que, además de talento, tenga la resistencia y la profundidad necesarias para superar la exigencia del fútbol moderno y volver a levantar los trofeos que su historia y afición demandan. De lo contrario, la historia del agotamiento podría repetirse.
05/06/2025
05/06/2025
05/06/2025
05/06/2025
05/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025
04/06/2025