Que hablen lo que quieran, Fidalgo demostrará en la cancha que nació para jugar con México
El mediocampista de Las Águilas está preparado para jugar en México.
OPINIÓN
Desde que se confirmó que Álvaro Fidalgo tomó la decisión de representar a México, el ruido no ha parado. Exfutbolistas, comentaristas, analistas de escritorio, figuras ligadas a Chivas y hasta voces que jamás lo han visto jugar más de 90 minutos seguidos han opinado como si tuvieran la verdad absoluta. Todos se sienten con derecho de cuestionar su posible convocatoria, de poner en duda su compromiso y de descalificar su llegada al Tricolor como si se tratara de un capricho o un atajo. Pero lo cierto es que la opinión pública no define nada. En este caso, como siempre, hablará el futbol.
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La historia de Fidalgo en México ya tiene un sello claro: cada vez que alguien duda de él, responde con más nivel. Le pasó en su llegada al América, cuando muchos decían que no tenía físico, que venía solo por recomendación y que jamás podría adaptarse al ritmo de la Liga MX. Hoy es uno de los mejores mediocampistas del país, el socio ideal del equipo, el termómetro del funcionamiento azulcrema. Su evolución es la prueba más grande de que el ruido externo solo le sirve de combustible.
Por eso mismo, las críticas por su decisión de jugar para México no lo van a romper. Al contrario, lo van a motivar. Fidalgo sabe perfectamente que en el Tri no le van a regalar nada, que Javier Aguirre no convoca por simpatía ni por presión mediática, y que ganarse un lugar rumbo al Mundial 2026 requiere carácter, disciplina y constancia. Y Fidalgo tiene de sobra esas tres cosas. El español entiende el reto y está dispuesto a asumirlo sin quejas y sin discursos vacíos.
Los que hoy levantan la voz para decir que “hay que darle oportunidad al mexicano” o que “los naturalizados nunca rinden” se olvidan rápido de algo fundamental: el fútbol no entiende de pasaportes, entiende de rendimiento. Y si México lleva años buscando un mediocampista que piense rápido, que organice, que se ofrezca, que distribuya con precisión y que no se esconda en los momentos difíciles, entonces la respuesta es obvia: Fidalgo encaja perfectamente en esa necesidad.
Que se molesten los que quieran. Que se incomoden los que sienten que un jugador como él les arrebató un espacio que nunca terminaron de pelear. Al final, todo se resume en lo que pase dentro del campo. Y ahí, Fidalgo casi siempre domina, ordena, mejora y transforma el juego. No necesita convencer con palabras cuando su nivel ya habla por él.
Si algo caracteriza a los futbolistas que trascienden es la valentía para tomar decisiones importantes, y Fidalgo acaba de tomar una que puede cambiar su carrera. Ahora le toca hacer lo que mejor sabe: jugar, marcar diferencia y demostrar que no llegó al Tri para cumplir, sino para competir. Y cuando empiece a tocar, filtrar, recuperar y generar, las críticas van a sonar cada vez más lejos.
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El tiempo pondrá todo en su lugar. Y lo más seguro es que Álvaro Fidalgo termine demostrando que no solo puede jugar con México… sino que nació para hacerlo.
Por: Diego Becerra.
