Ser antiamericanista está de moda, pero ganarle sigue siendo un sueño para muchos
Los equipos saben que ganarle al América es lo más grande que pueden conseguir.
OPINIÓN:
Hay verdades que no necesitan demostrarse, solo recordarse. Y una de ellas es que al América lo amas o lo odias, no hay punto medio. Esa es la esencia de un club que no nació para agradar, sino para ganar. Que provoca sentimientos tan intensos que incluso los que no lo siguen, hablan de él. Ser antiamericanista se volvió casi una moda, una forma de intentar contradecir al equipo que más títulos, historia y repercusión tiene en el país. Pero detrás de todo ese ruido, hay algo que nunca cambia: ganarle al América sigue siendo el sueño de muchos, y la realidad de pocos.
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Cada jornada, el América juega dos partidos: uno dentro de la cancha y otro fuera de ella. Dentro, enfrenta al rival de turno; fuera, se mide con la crítica, con la presión, con los que esperan verlo caer. No importa si se trata del último lugar de la tabla o del líder general: todos los rivales salen a jugarle al América como si fuera una final. Y eso, lejos de ser una carga, es un privilegio. Solo el más grande genera ese respeto y esa obsesión.
En México, ningún club provoca tanto. Todos quieren ganarle, todos quieren igualarlo, y en el fondo, todos quieren ser el América. Pero ninguno ha logrado alcanzar esa mezcla de grandeza, historia y exigencia que caracteriza al equipo azulcrema. Porque ser el América no se trata solo de tener buenos jugadores o invertir dinero; se trata de tener una identidad, una mentalidad ganadora que trasciende generaciones.
Mientras algunos celebran victorias aisladas o se conforman con clasificar, en Coapa el listón siempre está más alto. Aquí no se festeja llegar, se festeja ganar. Esa diferencia de mentalidad explica por qué los demás se conforman con ganarle una vez al América y sentir que salvaron su temporada. En cambio, para el club, ganar es la obligación de cada fin de semana.
El América vive bajo una lupa constante. Cada error se amplifica, cada derrota se analiza como si fuera el fin del mundo. Pero esa presión también lo ha hecho más fuerte. Todos juegan contra el América al 120%, porque saben que vencer al más grande les da prestigio. Pero lo que muchos no entienden es que esa exigencia forja carácter. Por eso el América compite siempre, incluso cuando el entorno está en su contra.
Ser antiamericanista es fácil; lo difícil es sostener la grandeza que el América ha construido durante décadas. Porque mientras los demás viven de ganarle un clásico o de festejar eliminaciones ajenas, el América sigue sumando títulos, manteniendo su historia viva y siendo el rival a vencer.
Podrán seguir hablando, criticando o inventando rivalidades. Podrán seguir soñando con verlo caer. Pero el América no necesita ser querido, necesita seguir siendo el más grande. Y eso, año tras año, lo demuestra dentro del campo.
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Ser antiamericanista puede estar de moda, sí. Pero las modas pasan. La grandeza del América no.
Por: Diego Becerra