América le enseña a Chivas lo que significa ser un club grande
Las Águilas demuestran que son el mejor equipo del futbol mexicano.
OPINIÓN
Hablar de grandeza en el futbol mexicano es hablar del Club América. No hay vuelta que darle. Los números, los títulos y la historia colocan a las Águilas por encima de cualquier otro equipo, especialmente de su eterno rival, las Chivas. Pero no solo se trata de estadísticas o copas levantadas, sino de algo mucho más profundo: una mentalidad ganadora que se ha mantenido intacta a lo largo de las décadas y que hoy, con André Jardine al mando, vuelve a brillar más fuerte que nunca.
El América es, sin discusión, el club más exitoso de México, con 16 títulos de Liga y siendo el más reciente tricampeón, una hazaña que pocos equipos en la historia del futbol nacional pueden presumir. Mientras tanto, Chivas suma 12 campeonatos, y aunque su afición se aferra al discurso del “orgullo mexicano”, ese mismo concepto se ha convertido en una limitante deportiva. La realidad es que el futbol moderno exige competencia global, y el América lo entiende: no se cierra puertas, no se estanca en ideologías, sino que busca siempre a los mejores, sin importar su nacionalidad.
Esa diferencia de pensamiento se refleja en los resultados. En los últimos años, América no solo ha sido superior a Chivas en el terreno de juego, sino también en la gestión institucional. Los de Coapa tienen una estructura sólida, con un proyecto deportivo que no se improvisa. Chivas, en cambio, ha sufrido una inestabilidad constante: cambios de técnicos, refuerzos que no rinden y una directiva que parece más preocupada por el marketing que por el rendimiento.
Mientras en Guadalajara se sigue hablando de “identidad” y “valores”, en América se trabaja con hechos. El club capitalino entiende que el futbol se mide en títulos, en finales ganadas, en clásicos dominados. En casi todos los enfrentamientos recientes, las Águilas se han impuesto con autoridad, mostrando que hoy la distancia entre ambos clubes no solo es deportiva, sino estructural y mental.
Además, el poder económico de América marca otra diferencia clave. Con respaldo sólido y una planeación financiera clara, el equipo puede competir por los mejores jugadores del continente, algo que Chivas no puede igualar por su política de solo usar mexicanos. Esa restricción, que alguna vez fue símbolo de orgullo, hoy se ha vuelto un obstáculo que los mantiene lejos de los grandes escenarios internacionales y de la pelea real por títulos.
El proyecto de André Jardine ha demostrado que el éxito no se improvisa. América tiene una idea de juego, un plantel competitivo y una gestión que apuesta por la continuidad, algo que en Guadalajara parece una utopía. Mientras el América se fortalece cada torneo, Chivas sigue reiniciando su historia una y otra vez, esperando que la suerte haga lo que el trabajo no alcanza.
El americanismo se basa en una exigencia que no perdona. Aquí no se celebran los intentos ni se aplaude la derrota digna. En América solo vale ganar, y esa mentalidad lo mantiene siempre en lo más alto. Por eso, cuando se habla de quién es el más grande, la respuesta no admite debate: el América no vive de recuerdos, vive de conquistas.
Hoy el presente es azulcrema. El América domina la Liga MX, impone respeto en cada estadio y muestra una identidad tan clara como su ambición. Chivas, en cambio, sigue buscando reencontrarse con una gloria que cada año parece más lejana. La diferencia no está solo en las vitrinas, sino en cómo se entiende el futbol: mientras unos miran al pasado, otros escriben el futuro.
En definitiva, América le enseña a Chivas lo que significa ser grande. Ser grande no es hablar de historia, es seguir construyéndola. Ser grande no es poner excusas, es responder con resultados. Ser grande no es presumir identidad, es mantenerla viva con títulos. Y eso, hoy por hoy, solo lo hace el Club América.
Por: Diego Becerra.
